Ya han llegado los cambios bruscos de tiempo, y con ellos una de las enfermedades más comunes en esta época, la conocida tos de las perreras.
Se caracteriza por ser una enfermedad con un elevado nivel de contagio entre perros y, además, tiene diversos orígenes etiológicos (vírico, bacteriano e incluso fúngico), aunque los más comunes son los causados por la bacteria Bordetella bronchiseptica (Bb), el Virus de la parainfluenza canina (CPIV), y el Adenovirus canino tipo 2 (CAP-2).
A pesar de que es una enfermedad que en la mayoría de los casos se presenta como una tos seca, ronca y en ocasiones con flema, no es una patología de pronóstico grave, suele ser autolimitante, es decir, se resuelve por sí misma, y en el caso de que la tos sea muy molesta para el animal, se suelen recetar antiinflamatorios y antitusígenos para que estén más cómodos.
Al ser una enfermedad tan contagiosa y tan común, el primer mecanismo para combatirla, y uno de los más importantes, es la vacunación preventiva.

Sobre todo, en razas braquicéfalas como Bulldogs, Yorkshire, Chihuahua… Y cualquier raza que sea tendente a poseer un paladar blando más alargado de lo normal. También se recomienda vacunar a animales que padezcan cardiopatías, enfermedades respiratorias, animales inmunodeprimidos, perros de deporte y perros de detección.

Actualmente, existen 3 tipos de vacuna según su vía de administración: la parenteral o inyectada, la intranasal y la oral. Se escoge el tipo de vacuna según el caso y el entorno del animal, puesto que en los casos de la intranasal y la oral, puede llegar a producir signos clínicos en el animal, llegar a contagiar a otros animales durante un corto período de tiempo y tampoco sería la opción ideal si el tutor del animal es una persona inmunodeprimida.
Esperamos que os haya gustado el artículo y, como siempre, si tenéis alguna duda, nos podéis preguntar siempre que queráis.